martes, 21 de octubre de 2014

FABRICAR EN LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO

Ante las expectativa del "paisaje tras las crisis”, hay una discusión en marcha sobre si puede fundamentarse una economía en la transacción del conocimiento, o si esta posibilidad no es más que la penúltima fechoría del neoliberalismo. Más allá de especulaciones y teorías políticas, la verdad es que la economía del conocimiento se está abriendo camino, Y por puertas insospechadas.

Dada la dificultad de encontrar una definición consistente y comprensible, no descriptiva, de la economía del conocimiento, el ingenio “popular” ha ideado varios tópicos sobre ello. Quizás el más logrado es que dice “economía del conocimiento es aquella en que compras el manual de instrucciones y te regalan la aspiradora”. La feliz ocurrencia tiene mucha más relación con la actualidad de lo que parece. Porque la economía del conocimiento así entendida representa revolucionar el paradigma de la fabricación, que ya se ha iniciado con la impresión 3D.

Las impresoras 3D permiten fabricar cualquier objeto, estructura, alimento o medicamento, simplemente disponiendo de una impresora. Lo único que verdaderamente se necesita son los “planos” para la impresión. Es decir, el conocimiento. La impresora y la destreza del usuario (en según qué casos), hacen el resto. En todo ese proceso, que implica diversas transacciones, lo realmente valioso es el manual de instrucciones, es decir, la plasmación del conocimiento en información y empieza a florecer una economía fundada en la creación e innovación de dicha información.

Pero hay más. La socialización del instrumental necesario para la fabricación, se está convirtiendo en una nueva red social, en la que los propietarios de impresoras 3D (cada vez más numerosos, ya que puede obtenerse una impresora 3D aceptable por unos 500 €, y si es en kit montable, menos) ponen al servicio de los potenciales usuarios sus máquinas a través de redes en internet que situan las máquinas sobre el mapa de la ciudad. Un ejemplo de estas nuevas redes, que se extienden ya por Europa, es http://www.print3dworld.es/. Se trata realmente de conocimiento compartido, que además genera otras experiencias de conocimiento compartido. Un caso reciente de ese fenómeno de progresión colaborativa es el robot Poppy, un androide fabricable con una impresora 3D  que incorpora un sistema informático basado en la plataforma de hardware abierto Arduino (https://www.poppy-project.org/). Las funcionalidades del robot, que fue creado con finalidades pedagógicas, son personalizables, por lo que los propietarios pueden intercambiar información e innovaciones de sus modelos en una red creada a tal efecto (https://forum.poppy-project.org/).

Si alguien duda de que esta va a ser la nueva manera de producir mediante el conocimiento, no tiene más que darse una vuelta hoy por algunas de las tiendas de juguetes de moda, en las que podrá ver carteles como el adjunto (véase más información en www.imaginieer.com) invitando a los niños a diseñar los “planos” de sus juguetes vía email, para que se los impriman en 3D y envíen a su domicilio.

Empieza a perfilarse lo que será una nueva clase cognitiva entre los nativos digitales, una clase cuya relación con el conocimiento, la producción y el consumo se basará en nuevos paradigmas, motor de transformación hacia una nueva sociedad.