Los días 29 y 30 de septiembre se celebró en Bruselas el 2º congreso de INGSA, la red internacional de asesoramiento científico de gobiernos (INGSA* son sus siglas en inglés), bajo el lema “Ciencia y formulación de políticas: hacia un nuevo diálogo”. Su apretado programa de intervenciones y seminarios requerirá de un cierto tiempo para ordenar toda la información que se ha vertido en el encuentro para después calibrar su influencia en las políticas científicas que se formulen y desarrollen a partir de ahora, en especial por parte de los países más desarrollados.
De las primeras intervenciones** cabe ya destacar, sin
embargo, una idea clave, compartida por
varios conferenciantes: las relaciones entrecruzadas entre política, ciencia y
sociedad han cambiado y son cada vez más complejas. Uno de los puntos críticos de esa evolución
es que los ciudadanos disponen, gracias a sus móviles inteligentes, de acceso a
una cantidad de información casi inabarcable pero carecen en general de
capacidad para conectarla. Esta situación está propiciando que los ciudadanos
no confíen necesariamente en los dictámenes de la ciencia en aquello que les
afecta, porque disponen de argumentos favorables y contrarios sobre cualquier
tema. Frente a este paulatino deterioro del prestigio social de la ciencia, el
diagnóstico generalizado es que no es suficiente con el dictamen experto: debe
ir acompañado de la exposición de las bases del conocimiento científico en el
que se sustenta. E incluso la identificación de esas bases se aconseja se
realice con el acompañamiento de los ciudadanos.
En cuanto al asesoramiento científico de los políticos, la
llamada intermediación de datos (evidence
brokerage) debe matizar el raudal de información que ha de fluir entre la ciencia
y la política. Así, la función del asesor debe evolucionar desde la emisión de
respuestas a las cuestiones que se le planteen, hacia la recolección de datos y
pruebas que hagan comprensible el proceso que ha generado la respuesta.
La demanda de trasparencia en el proceso de asesoramiento, y
el reconocimiento de que los científicos no son los únicos que no tienen todas
las respuestas (los políticos tampoco) debe facilitar el flujo de conocimiento
necesario para que las políticas científicas se construyan en colaboración y
con la eficacia que requiere la sociedad del siglo XXI..
Una primera crónica
del congreso puede consultarse en https://www.theguardian.com/science/political-science/2016/sep/28/scientists-are-giving-advice-but-are-governments-listening
*INGSA Conference
**Discurso de Carlos Moedas (Comisario de Ciencia e Innovación)