La ciencia es actualmente la principal fuente de conocimiento, y una parte importante de esa posición se debe a su voluntad de diseminación, que radica en la propia definición e incluso naturaleza de la ciencia. Difundir los conocimientos científicos no empieza a realizarse de forma sistemática hasta los inicios del siglo XVII. Kepler, Galileo y Newton perseguían con sus escritos lo mismo que los científicos actuales con los suyos: compartir los hallazgos con el resto de la comunidad científica en busca de la crítica, el reconocimiento o el debate. Se trata de una difusión restringida a un colectivo reducido y experto, con un claro propósito de
Validación. Cuando la evolución de las sociedades occidentales reposicionaron a los científicos y sus actividades dejaron de estar protegidas por mecenas e instituciones públicas y filantrópicas, surgió la necesidad de exponer a la sociedad en general los resultados de su trabajo, en busca de una posición y reconocimiento social que facilitase la continuidad de su labor. Para ello, los científicos, de buen grado o por fuerza, y con ayuda de profesionales y medios de comunicación, se comprometieron con la
Vulgarización de la ciencia (palabra que ha adquirido incomprensiblemente tintes peyorativos pero que expresa con exactitud el fenómeno). También esta actividad continúa en la actualidad y está siendo un factor importante para conseguir una mayor popularidad y reconocimiento de la ciencia y los científicos. En la última década ha aparecido con claridad la necesidad de que la ciencia se articule con los procesos creativos y productivos que constituyen una de las bases de las sociedades contemporáneas. No es suficiente con identificar la ciencia como generadora de conocimiento, es necesario explicitar los beneficios que aporta o aportará a la sociedad. Se trata de transmitir a los principales actores de esas actividades creativas y productivas la
Valorización de la ciencia mediante un lenguaje y formalidad específicos, como lo son los lenguajes de la validación y de la vulgarización.
Si la validación requiere disponer del conocimiento generado, la vulgarización requiere convertir el conocimiento en noticia y la valorización poner en evidencia las expectativas que despierta ese conocimiento.
La evolución del proceso de traslación de la ciencia a la sociedad pasa, por tanto, por la implantación y consolidación del modelo que denominamos de las “3V”, en el que validación, vulgarización y valorización requieren de la máxima atención como elementos centrales de la actividad científica y no como actividades laterales, suntuarias y toleradas. Toda organización que persiga el éxito en la excelencia científica deberá ser capaz de que su mensaje circule de forma constante y fluida a través de los tres canales.
Sin embargo, las 3V no son suficientes para posicionar un proyecto científico e integrarlo en una sociedad del conocimiento. Un solo vistazo a los flujos de información entre los ámbitos de la ciencia y la sociedad (véase el gráfico siguiente) nos proporciona dos evidencias: que se trata de tres flujos paralelos, que circulan independientes, y que la información transita únicamente en un sentido.
Respecto de la primera evidencia, una completa gestión del conocimiento requiere mantener los tres canales de comunicación activos, lo que comporta un notable esfuerzo para cualquier entidad, difícilmente eficaz y asumible si no se consigue organizar, planificar y sincronizar adecuadamente los tres flujos.
En cuanto a la unidireccionalidad de la información, es imprescindible encontrar formas de que el conocimiento fluya en sentido inverso, que equivale a decir que los ciudadanos participen en todas y cada una de las etapas de desarrollo de la ciencia. Porque las sociedades maduras no son simples depositarias del conocimiento sino que son capaces de involucrarse en su generación y gestión, facilitando la aparición de una auténtica ciencia colaborativa. Las políticas e instrumentos para el desarrollo de la investigación e innovación responsables (RRI) son una garantía de retorno y, por tanto, su implantación deberá igualmente ser objetivo de las organizaciones científicas, conjuntamente con las 3V.