miércoles, 2 de noviembre de 2016

HACIA UNA TEORÍA DE PRINCIPIOS SOBRE EL ASESORAMIENTO CIENTÍFICO


Heather Douglas, experta en evaluación psicométrica aplicada a la psicología organizativa ha participado en la reunión de asesores científicos que se ha celebrado el pasado 19 de octubre en el Fórum Mundial de las Ciencias de Budapest.
Su aportación ha sido una estimulante "Teoría de principios para los asesores científicos", en la que pone de manifiesto las cualidades básicas que debe asumir y desarrollar un asesor científico: integridad, responsabilidad y rendición de cuentas, y que debe ejercer con independencia (de quién), transparencia (respecto de quién) y, en definitiva, con legitimidad, una sutil y compleja cualidad que debe adquirir tanto entre a sus asesorados como entre el colectivo del que forma parte.
Conviene consultar en profundidad la propuesta de Douglas (https://www.ingsa.org/ingsa-news/a-theory-of-principles-for-science-advisors/) y reflexionar sobre la importancia que adquiere en último término la estructura del mecanismo de asesoramiento.
Un asesor en definitiva, es un agente de conocimiento, una personalidad experta que intermedia no solo entre evidencias científicas y valores políticos, sino entre concepciones distintas sobre las organizaciones y el poder. Un empleo que no hay que minusvalorar, porque requiere de un largo aprendizaje y maduración.

miércoles, 5 de octubre de 2016

EL ASESORAMIENTO YA NO ES LO QUE ERA. Y HABRÁ QUE DEMOSTRARLO


Los días 29 y 30 de septiembre se celebró en Bruselas el 2º congreso de INGSA, la red internacional de asesoramiento científico de gobiernos (INGSA* son sus siglas en inglés), bajo el lema “Ciencia y formulación de políticas: hacia un nuevo diálogo”. Su apretado programa de intervenciones y seminarios requerirá de un cierto tiempo para ordenar toda la información que se ha vertido en el encuentro para después calibrar su influencia en las políticas científicas que se formulen y desarrollen a partir de ahora, en especial por parte de los países más desarrollados.
De las primeras intervenciones** cabe ya destacar, sin embargo,  una idea clave, compartida por varios conferenciantes: las relaciones entrecruzadas entre política, ciencia y sociedad han cambiado y son cada vez más complejas.  Uno de los puntos críticos de esa evolución es que los ciudadanos disponen, gracias a sus móviles inteligentes, de acceso a una cantidad de información casi inabarcable pero carecen en general de capacidad para conectarla. Esta situación está propiciando que los ciudadanos no confíen necesariamente en los dictámenes de la ciencia en aquello que les afecta, porque disponen de argumentos favorables y contrarios sobre cualquier tema. Frente a este paulatino deterioro del prestigio social de la ciencia, el diagnóstico generalizado es que no es suficiente con el dictamen experto: debe ir acompañado de la exposición de las bases del conocimiento científico en el que se sustenta. E incluso la identificación de esas bases se aconseja se realice con el acompañamiento de los ciudadanos.
En cuanto al asesoramiento científico de los políticos, la llamada intermediación de datos (evidence brokerage) debe matizar el raudal de información que ha de fluir entre la ciencia y la política. Así, la función del asesor debe evolucionar desde la emisión de respuestas a las cuestiones que se le planteen, hacia la recolección de datos y pruebas que hagan comprensible el proceso que ha generado la respuesta.
La demanda de trasparencia en el proceso de asesoramiento, y el reconocimiento de que los científicos no son los únicos que no tienen todas las respuestas (los políticos tampoco) debe facilitar el flujo de conocimiento necesario para que las políticas científicas se construyan en colaboración y con la eficacia que requiere la sociedad del siglo XXI..


*INGSA Conference

**Discurso de Carlos Moedas (Comisario de Ciencia e Innovación)

viernes, 29 de julio de 2016

EL MECANISMO QUE ASESORA A JUNCKER Y LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS


En materia de asesoramiento científico, la Comisión Europea  ha cambiado el modelo unipersonal y de liderazgo que encarnaba Anne Glover,* asesora de Durao Barrosso, por el de la responsabilidad colegiada. El Mecanismo de Asesoramiento Científico  (SAM) de la Comisión Europea puesto en marcha recientemente, depende del Comisario de Investigación, Ciencia e Innovación (http://ec.europa.eu/commission/2014-2019/moedas_en), no directamente del presidente, pero está al servicio del colegio de comisarios y del presidente. La nueva estructura incluye un equipo de científicos, denominado Grupo de Alto Nivel (HLG) integrado por siete miembros de  diversas disciplinas, edades y países.** Este cambio, sin embargo, no presupone por sí mismo ni eficacia ni inanición. La capacidad de penetración en la estructura política de la Comisión que demuestre proporcionará un primer diagnóstico de su idoneidad.
El Grupo, cuyos miembros han sido contratados con dedicación parcial a esa tarea, ha adquirido el compromiso de focalizar sus esfuerzos en proporcionar asesoramiento sobre temas científicos a los Comisarios que lo soliciten. Paralelamente, ha emprendido la realización de informes sobre temas identificados como estratégicos por el propio Grupo.
La pregunta que planea sobre el ambiente comunitario es si esta nueva estructura tendrá entidad para hacer aportaciones significativas a la política científica de la Comisión o solo conseguirá visualizar el estado de la cuestión, es decir de la ciencia en Europa. Si practicará el conformismo o incluirán el riesgo en sus propuestas (recordemos que Glover fue “despedida” por declararse "no contraria" a los organismos modificados genéticamente).
Conscientes de las limitaciones que comporta el trabajo compartido (todos ellos siguen manteniendo las responsabilidades de sus respectivas dedicaciones profesionales), y a pesar del equipo de apoyo de 16 personas en la DG de R&I del que disponen, El Grupo ha abierto conversaciones  con diversas federaciones de sociedades científicas y academias europeas para canalizar sus potenciales aportaciones en materia científica. Este acercamiento, encabezado por el presidente del Grupo, el microbiólogo danés Enrik Wegener, marca un punto de inflexión en la articulación de las políticas científicas de la Unión, puesto que las conecta con las organizaciones científicas del continente. En la medida que esa dinámica de acercamiento se materialice, la efectividad, talento, agilidad, nivel organizativo y capacidad de generar propuestas innovadoras de las sociedades científicas serán factores determinantes en la implantación del asesoramiento científico a los responsables de las políticas científicas del gobierno europeo.
Por supuesto, resulta imprescindible que las sociedades científicas adquieran y desarrollen la doble capacidad de recoger la sensibilidad de los ámbitos ciudadanos en los que se encuentren implantadas y transformar esa sensibilidad en propuestas de política científica para plantearlas, los propios científicos, a los responsables de todos los niveles de la administración: local, regional, nacional y finalmente el europeo. E implicarse en el control y gestión de su materialización. Estamos muy lejos de una articulación de esas magnitudes, pero el SAM puede ser la oportunidad esperada que no debería desaprovecharse.

Más allá de especulaciones sobre el futuro del Grupo de Alto Nivel, las organizaciones científicas europeas, sea cual sea su ámbito territorial, deben afrontar el  reto de ganar en capacidad organizativa y adquirir el protagonismo necesario para colaborar en el  desarrollo de las políticas científicas que han de proporcionar el progreso y la calidad de vida que la sociedad europea está demandando.  No solo a los políticos, también a los científicos.



 ** Puede consultarse la composición del Grupo de Alto Nivel y sus respectivos currículos en:

domingo, 26 de junio de 2016

EN NOMBRE DEL PACTO


El Pacto de Estado por la Ciencia ha envejecido desde que en 2004 fue formulado por un grupo de científicos de prestigio y asumido por las organizaciones científicas. Ha envejecido en la indigencia al que lo sometieron los programas de las fuerzas políticas, siendo a continuación totalmente ignorado por los programas de gobierno que se han sucedido durante esta larga década.
Y a pesar de ello, los científicos persiguen un pacto.
Como todo tratado entre partes que se comprometen a cumplir lo estipulado,  el pacto tiende a establecer un statu quo, una posición sólida, asegurada… especialmente para una de las partes.
Hay innumerables borradores y propuestas de pactos entre los políticos y los científicos (siempre a petición de los últimos), pero en todos los que he podido consultar hay un sutil reparto de papeles: un objeto, la ciencia (los científicos) que requiere de un sujeto, la política (los políticos), para asegurar su pervivencia y capacidad de actuación.
Tal vez, en estos doce años, a lomos de la crisis, la ciencia ha alcanzado en este país su “mayoría de edad” y asumido que es el sujeto responsable de su propio futuro. Ha dejado de ser un gasto, una factura que pagar, para convertirse en un actor social y político de primera magnitud. Una prioridad en la inversión pública (y privada) con la que asegurar la prosperidad de toda la sociedad.
Esta transformación de la ciencia como elemento social está pasando desapercibida por una gran parte de los políticos en activo (y por no pocos científicos). Y a pesar de ello no es viable esperar que se produzca su “iluminación”: es urgente plantear una nueva visión del “pacto” que haga viable una transformación política que ya se está produciendo en los países de nuestro entorno.  ¿Deberíamos empezar a hablar de un convenio de colaboración mutua? Porque, ¿alguien puede creer seriamente que las fuerzas políticas pueden plantear programas políticos creíbles a corto, medio y largo plazo sin una significativa contribución científica? Una contribución que necesariamente requiere no solo la ciencia como producto, también como método. Los científicos son los actores sociales idóneos para encaminar y desarrollar adecuadamente las políticas científicas.

Mientras todo esto sucede, puede resultar un ejercicio interesante contrastar los compromisos  que  formula el Pacto de Estado de 2004 (http://www.cosce.org/comunicado040610.htm) con las acciones y propuestas que enuncia el Proyecto DECIDES para dinamizar las políticas científicas actuales y futuras (http://decidesblog.blogspot.com.es/). Ambos documentos han sido elaborados por iniciativa de las organizaciones científicas de este país, y la palpable evolución que se advierte entre ellos viene a corroborar la contrastada capacidad de sintonía social de estas entidades. Una sintonía que puede resultar especialmente oportuna para el reloj de la actual agenda política. No hay tiempo que perder.

jueves, 5 de mayo de 2016

CIENCIA, POLÍTICA Y VICEVERSA


Contemplamos como los políticos “hacen su ciencia” (polítical science) con unas premisas ancladas en las décadas centrales del siglo XX, desatendiendo al menos una evidencia: que las ciencias políticas deben integrar cada vez más y cada vez con más intensidad las políticas científicas. ¿Es posible hoy, por ejemplo, practicar la diplomacia sin disponer de un contexto de análisis masivo de datos (big data)?, ¿son realistas las previsiones sobre recursos  de salud pública sin conocer las evoluciones de las enfermedades emergentes? Hablamos, pues, de ir sin solución de continuidad de la ciencia a la política y viceversa. ¿Es posible, en definitiva, gestionar la política sin usar la ciencia como instrumento de interpretación de la realidad?

[Es recomendable echar un vistazo al APPG: All-Party Parlamientary Grup on Data Analytics, del Parlamento Británico. Directamente en el twitter! https://twitter.com/dataapg]  

miércoles, 27 de abril de 2016

LA CIENCIA QUE CLAMA EN EL DESIERTO (DE LA POLÍTICA)


Periódicamente, los científicos lanzan mensajes, de forma colectiva, desde las tribunas que les proporcionan las organizaciones científicas, sobre la situación de la ciencia. Exponiendo quejas, proponiendo soluciones, alentando acciones. Pero esos mensajes no tienen destinatario conocido. Los políticos no comprenden el lenguaje de los científicos, y la sociedad no se ha mostrado como un intermediario cualificado para el entendimiento entre ambos. Por esta razón los mensajes que la ciencia emite con frecuencia quedan sin responder, cuando no sin  acuse de recibo.
Si el mensaje de la ciencia aspira a obtener respuesta, es decir,  a generar políticas científicas coherentes y eficaces, debe ser entregado en mano a quienes ejercen el poder.

En el parlamento, es necesaria una entidad  independiente, integrada por científicos de prestigio y capacidad comunicativa, que asesore a los parlamentarios en temas de conocimiento, que promueva comisiones de estudio de temas científicos que afectan a la libertad,  salud, bienestar y progreso de los ciudadanos. El parlamento debe dedicar un pleno anual a debatir de forma global y transparente las políticas científicas y los resultados obtenidos.

Por su parte, el Ejecutivo debe disponer de una red de asesores científicos de proximidad, coordinados por una oficina del presidente, que permita sentar la ciencia en cada una de las mesas en las que generen o gestionen las políticas científicas gubernamentales.

En resumen, si los científicos, coordinados, organizados (y qué mejor entramado que las organizaciones científicas), no abordan a los políticos y se involucran, su clamor seguirá sonando como un grito en el desierto.

[Interesante constatar la presencia de la ciencia en el debate sobre el Brexit en UK: una canción triste, nada pegadiza: https://www.theguardian.com/science/political-science/2016/apr/27/if-scientists-want-to-influence-policymaking-they-need-to-understand-it]