miércoles, 27 de abril de 2016

LA CIENCIA QUE CLAMA EN EL DESIERTO (DE LA POLÍTICA)


Periódicamente, los científicos lanzan mensajes, de forma colectiva, desde las tribunas que les proporcionan las organizaciones científicas, sobre la situación de la ciencia. Exponiendo quejas, proponiendo soluciones, alentando acciones. Pero esos mensajes no tienen destinatario conocido. Los políticos no comprenden el lenguaje de los científicos, y la sociedad no se ha mostrado como un intermediario cualificado para el entendimiento entre ambos. Por esta razón los mensajes que la ciencia emite con frecuencia quedan sin responder, cuando no sin  acuse de recibo.
Si el mensaje de la ciencia aspira a obtener respuesta, es decir,  a generar políticas científicas coherentes y eficaces, debe ser entregado en mano a quienes ejercen el poder.

En el parlamento, es necesaria una entidad  independiente, integrada por científicos de prestigio y capacidad comunicativa, que asesore a los parlamentarios en temas de conocimiento, que promueva comisiones de estudio de temas científicos que afectan a la libertad,  salud, bienestar y progreso de los ciudadanos. El parlamento debe dedicar un pleno anual a debatir de forma global y transparente las políticas científicas y los resultados obtenidos.

Por su parte, el Ejecutivo debe disponer de una red de asesores científicos de proximidad, coordinados por una oficina del presidente, que permita sentar la ciencia en cada una de las mesas en las que generen o gestionen las políticas científicas gubernamentales.

En resumen, si los científicos, coordinados, organizados (y qué mejor entramado que las organizaciones científicas), no abordan a los políticos y se involucran, su clamor seguirá sonando como un grito en el desierto.

[Interesante constatar la presencia de la ciencia en el debate sobre el Brexit en UK: una canción triste, nada pegadiza: https://www.theguardian.com/science/political-science/2016/apr/27/if-scientists-want-to-influence-policymaking-they-need-to-understand-it]

viernes, 8 de abril de 2016

POR QUÉ «ORGANIZACIONES CIENTÍFICAS Y POLÍTICA»



Las organizaciones científicas suelen fácilmente acomodarse en el papel de beneficiarias de la inversión en ciencia de las administraciones públicas, convencidas de que su papel y vocación es convertir tales activos en ciencia. Ciencia que, tratada adecuadamente, aportará bienestar social directa o indirectamente.

Pero la ciencia no es una tarea minoritaria, experta o selectiva. Es una aventura global en la que los ciudadanos se ven involucrados de grado o por fuerza, como sujetos pasivos  y financiadores en tanto que contribuyentes, o como ciudadanos participativos y críticos.

El adecuado desarrollo de la ciencia en el entramado social requiere de un planteamiento global, con implicaciones en todos los estamentos sociales. Requiere de un guión que proporcione coherencia a las iniciativas del presente, desde los objetivos alcanzados en el pasado hasta los proyectos de futuro, al igual que lo requieren las infraestructuras viarias o la sanidad. Ese «guión» son las políticas científicas, cuya eficiente elaboración requiere la implicación proactiva del conjunto social, especialmente de aquellas interfaces entre ciencia y ciudadanía. Y eso es lo que son (o deberían llegar a ser), precisamente, las organizaciones científicas. No solo han de producir ciencia, que también, sino producirla como resultado de las políticas científicas que deben colaborar (muy activamente) a generar.